lunes, 1 de abril de 2013

1942: ¡Alemania y Japón invaden Estados Unidos!

Life, 2 de març de 1942

Pocos países hay en el mundo tan paranoicos como los Estados Unidos de América (permitidme el recurso de la hipérbole). Se pasó toda la Guerra Fría persiguiendo comunistas y "brujas", y ahora, a falta de soviéticos (y como es feo perseguir ecologistas), persigue los terroristas y los fantasmas que ellos mismos han fabricado y armado. Bin Laden es el penúltimo.

A principios de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, Alemania y Japón se paseaban triunfalmente, una en Europa, el otro en Asia. El 11 de diciembre de 1941 Alemania había declarado la guerra a los americanos y cuatro días después Japón había borrado del mapa la flota estadounidense del Pacífico, en Pearl Harbor. No hay ninguna evidencia de que ni el Reich ni el Imperio del Sol Naciente quisieran extender sus dominios más allá de la hegemonía continental, pero Estados Unidos, aunque sea de lejos, veían sus dos grandes costas amenazadas.

El 2 de marzo de 1942, la revista Life, con Ginger Rogers vestida de pescadora en la portada, publicaba el artículo "Six ways to invade US", donde presentaba seis mapas con seis escenarios diferentes de invasión de las fuerzas del Eje, ya sea de forma combinada (1), Japón en solitario (2 y 3), o en operaciones alemanas exclusivas (4 a 6), con más o menos apoyo japonés e italiano.


(1) El ataque japonés a la costa del Pacífico, viniendo desde el Norte, se apodera de los astilleros y de la industria aérea mientras los alemanes, con la ayuda de quintacolumnistas, aprovechan para atacar la costa Este por sorpresa.


(2) Ataque japonés frontal contra la costa Oeste desde las base de Pearl Harbor, con el único apoyo de portaaviones y de la fuerza aérea.


(3) Esta vez el ataque de la flota japonesa se ​​produce desde el sur del Pacífico, ocupando el Canal de Panamá y estableciendo una base en Ecuador.


(4) Es el plan más controvertido. Desde Gibraltar, la armada nazi, con apoyo japonés (que llega por Suez atravesando el océano Índico) e italiano (que se añade en el Mediterráneo) baja por la costa africana hasta Dakkar y, bordeando la costa caribeña de Brasil, América Central y México, invade América por el valle del Misisipí.


(5) La manera más complicada de cruzar el Atlántico porque obliga a salvar una lucha frontal con la armada americana. Saliendo también desde Gibraltar, se llega a Norfolk haciendo escala en Bermuda con barcos procedentes de Las Azores, islas Canarias e islas de Cabo Verde.


(6) Invasión sorpresa desde el Atlántico Norte, por el Canal de la Mancha, ocultándose de los británicos, y entrando por riu San Lorenzo, desde Islandia y Groenlandia.

Mirando atrás, todas estas hipótesis resultan poco probables. Era demasiado grande el esfuerzo que Alemania tenía que hacer para asaltar las costas estadounidenses, y resulta difícil imaginar a la armada nazi apoderándose de Nueva Orleans. En la información que da Life yo añadiría que sin una Unión Soviética manteniéndose al margen, la Wehrmacht no tenía efectivos lo bastante numerosos para controlar los frentes aliados europeos y trasladar una maquinaria de guerra suficiente para invadir Estados Unidos con garantías de éxito. Japón, con una retaguardia asiática menos conflictiva en ese momento, quizás sí que se podía permitir el lujo de intentarlo, como de hecho lo hizo atacando Pearl Harbor.

Tierra de promisión por excelencia, Estados Unidos convirtió aquel miedo a ser invadidos en rabia. Sobre todo hacia los japoneses. La paranoia a ser invadidos está siempre presente. Invasión ideológica (el comunismo), invasión terrorista (islamismo radical) o invasión extraterrestre. Y esta paranoia es la que alimenta el aparato defensivo y de guerra estadounidense, en un país que, desde la declaración de independencia, tiene el honor de ser el único estado que no ha sido invadido por ningún otro país extranjero. Y 70 años después de Pearl Harbor y 10 del ataque a las Torres Gemelas, sigue alimentando fantasmas que se materializan y se vuelven contra él, pero que sirven para construir el alma americana. La de un niño miedoso armado hasta los dientes.

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