lunes, 3 de diciembre de 2012

Friang: no sólo los ángeles no tienen sexo


Cuando apenas había cumplido los veinte, Friang recibió un disparo en el vientre del oficial de la Gestapo que procedió a su detención en el Trocadero de París, frente a la torre Eiffel. Será la primera de sus citas con la muerte. La última fue el 6 de marzo, a los 87 años.

Pero si Friang murió habiendo recibido todos los honores: Gran Oficial de la Legión de Honor, la Orden Nacional del Mérito, Rosette de la Resistencia, Cruz de Guerra 1939-1945 y Cruz de Guerra de los Theatres de opérations extérieures, los pagó con sangre, sudor y lágrimas.

Un compromiso político que se gestó muy pronto, a los 19 años, llevó a Friang a rechazar el confort burgués de su familia parisina y se alistó en la Resistencia durante un año. Con el sobrenombre de Galilée 2, se dedicó a localizar campos de aterrizaje para los paracaidistas aliados, y a trasladar documentos y aparatos de radio.

La traición de un compañero de su propia red permite la detención, pero ni la tortura conseguirá que hable y delate a nadie. Tras su silencio vendría la deportación al lager de Ravensbrück, campo destinado a los experimentos médicos donde, además de las vejaciones de los nazis, tuvo que afrontar la "marcha de la muerte" de los famélicos prisioneros: 470 kilómetros a pie bajo la nieve. Cuando la Cruz Roja los recoge, es una sombra humana de tan sólo 26 kilos de peso.

Su vida civil comienza en 1947 como responsable de prensa de André Malraux, quien en sus Antimemorias convertirá su figura en símbolo "de este pueblo irrisorio de cabezas rapadas, cuerpos resecos en un pijama de rayas". En 1951 la historia convoca nuevamente a Friang. Después de su formación como paracaidista militar será corresponsal de guerra para la prensa escrita y más tarde para la ORTF, la televisión nacional francesa, en la Guerra de Indochina. Como corresponsal de guerra ejercerá un periodismo muy especial: salta en paracaídas con la infantería, repta bajo el fuego de los morteros y 1954 acaba con sus huesos en el infierno de las cárceles del Vietcong, en la batalla de Dien Bien Phu.

Más tarde participa en la expedición de la Crisis de Suez (1956), también llamada Guerra del Sinaí, donde Egipto es atacado por Gran Bretaña, Francia e Israel ante la decisión de nacionalizar el Canal de Suez. En 1967 cubre la Guerra de los Seis Días entre Israel y todos sus vecinos árabes, que termina con una rápida victoria israelí en una guerra de estrategia sin precedentes.

Entre 1958 y 1959 organiza el Ministerio de Cultura que dirige Malraux, y vuelve al combate, esta vez para cubrir la ofensiva del Vietcong sobre Saigón en la Guerra de Vietnam, momento en que dará por terminada su carrera como corresponsal.

En los años 70 Friang se dedica de lleno a escribir (en 1955 ya había publicado Les fleurs du ciel). En 1976 publica La mousson de la liberté, su visión de Vietnam, del colonialismo al estalinismo. En Un autre Malraux (1977), describe la relación entre el escritor, político y aventurero, y de Gaulle; los dos volúmenes de Regarde-toi qui meurs (1978) relatan sus años en varios frentes, y por último, en 2008, edita Petit tour autour de Malraux.

Hasta aquí el relato de la vida, apasionante, de Friang, que murió dos días antes del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una celebración que no debería existir si la historia, la que se escribe con mayúscula y la que se escribe con minúscula, no hubiera silenciado sistemáticamente las voces y los hechos que llevan nombre de mujer. Como siempre, ha sido necesario que una mujer muriera, que Friang muriera para saber algo de ella. He omitido el género femenino durante todo el artículo para referirme a ella, Brigitte Friang. Sólo he tenido que esquivar el libro que escribió en 1972, Une femme dans la guerre (1972), por razones obvias. Y quizá alguien habrá recordado que Ravensbrück era un campo de concentración sólo para mujeres. No puedo dejar de pensar en la metáfora.